El agua dulce global es limitada y para 2050, el planeta podría estar habitado por 10 mil millones de personas. Para evitar una crisis global, debemos cambiar de inmediato la forma en que usamos y gestionamos el agua. Aquí hay cinco maneras de empezar.
Hoy, casi 4 mil millones de personas ya están deshidratadas durante al menos un mes al año, y la situación se está deteriorando rápidamente. La combinación del cambio climático, la creciente demanda y una población mundial en aumento está ejerciendo una presión cada vez mayor sobre el agua dulce del mundo. La actividad humana ha interrumpido el ciclo del agua, el sistema que produce y recicla el agua, y ahora debe repararse como una prioridad.
agua compartida
Es probable que se intensifique la competencia por el agua, y la buena gobernanza del agua será fundamental. Si bien el acceso al agua limpia y al saneamiento seguro es un derecho humano, persiste el hecho de que una de cada cuatro personas no tiene acceso a agua limpia en el hogar. Del mismo modo, aproximadamente la mitad de la población mundial carece de inodoros administrados de manera segura, un factor importante de enfermedad y muerte, especialmente entre los niños. La falta de agua y saneamiento ha aumentado la vulnerabilidad de las personas más pobres del mundo en un momento de crecientes amenazas climáticas.
Compartir el agua es una forma eficaz de aumentar la justicia y la resiliencia. Lo mismo se aplica a las relaciones entre países que comparten ríos, lagos o acuíferos subterráneos. Mediante la gestión conjunta, pueden prepararse mejor para patrones de lluvia cada vez más erráticos y el número creciente de sequías e inundaciones que se deben esperar a medida que aumentan las temperaturas globales.
Presta atención al agua
Las cosas solo mejorarán cuando empecemos a comprender el verdadero valor del agua. Toda la vida necesita agua, es un recurso finito y no hay sustituto. Dadas estas tres características, parece absurdo que al agua en general no se le asigne ningún valor, aunque afortunadamente esto está empezando a cambiar.
Cuando la sociedad pone más énfasis en el agua, podemos esperar una mayor eficiencia y reutilización, en lugar de desperdicio y contaminación. Tanto el sector público como el privado quieren invertir en infraestructura de agua en ruinas para limitar el desperdicio y prepararse para futuros climas extremos. Tiene sentido aplicar más soluciones basadas en la naturaleza para limpiar el agua y recargar los suministros. A medida que comenzamos a comprender el verdadero costo de la contaminación, podemos esperar un mejor tratamiento de las aguas residuales y más reciclaje. Todos los sectores de la sociedad deben aprender a gestionar los recursos hídricos de manera que se fortalezca el ciclo del agua.
Restaurando ecosistemas
La Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) advierte que una era de extinciones masivas también podría amenazar la supervivencia humana. Dependemos de ecosistemas saludables para los alimentos, el agua y los medios de subsistencia. Pero al proteger y restaurar los ecosistemas, podemos limitar el cambio climático, detener la pérdida de biodiversidad y mejorar la seguridad del agua.
Dado que todos los seres vivos dependen del agua, debemos prestar más atención al papel del agua en los ecosistemas. Esto está empezando a suceder. Cada vez más gobiernos y empresas entienden que tienen la responsabilidad de proteger y restaurar bosques, ríos, humedales y océanos. Esto, a su vez, debería significar que dejamos de bombear en exceso y contaminar las aguas subterráneas del mundo, lo que representa un gran riesgo para la seguridad alimentaria y del agua mundial.
Construir resiliencia
Cada vez hay más señales de que los sistemas de soporte vital del planeta están gravemente debilitados: personas de todo el mundo están experimentando sequías, olas de calor, inundaciones y lluvias torrenciales sin precedentes. Solo se espera que tales situaciones extremas se vuelvan más frecuentes y más severas, por lo que todos los sectores de la sociedad deben ser rediseñados para mejorar la resiliencia.
Afortunadamente, ya hay muchos buenos ejemplos en todo el mundo de cómo hacer esto. Las ciudades están integrando árboles, humedales y tierras de cultivo para reponer y limpiar el agua, aumentar el almacenamiento de carbono y reducir el riesgo de inundaciones. Los agricultores recurren a la agrosilvicultura y métodos para mejorar la salud del suelo. Las comunidades protegen las cuencas hidrográficas locales y gestionan los bosques de formas que mejoran la recarga de las aguas subterráneas.
Lo que todas estas soluciones tienen en común es que nos ayudan a enfrentar los mayores desafíos del mundo simultáneamente. Mediante la innovación y el trabajo con la naturaleza, podemos mejorar la vida de los más pobres, restaurar el ciclo del agua, mitigar el cambio climático y mejorar la biodiversidad